¿Existo? (NUEVA VISITA A UN FACEBOOK FELIZ)

De tiempo en tiempo me da por hablar sin esconder. Una de esas veces la estás presenciando ahora.

De tiempo en tiempo puede significar lustros. No te engaño. Quizás esta entrada sea una especie de cometa Halley por mi parte, pero como nadie me ha financiado aún las letras iré escribiendo lo que me salga de la polla cuando me salga de la misma. El día que me paguen no sé qué escribiré, puede que esquelas, puede que cartas de amor, puede que discursos, puede que tiras cómicas de segunda (o de primera), puede que me paguen por callar…eso ya lo iremos viendo, apresurarnos y olvidarnos de la trama principal de esta entrada no nos va a ayudar, asumámoslo.

¿Por qué nos preguntamos si existimos?

Cada uno tiene su excusa pero rara vez somos capaces de escondernos o escapar de ella. Rara vez no nos planteamos en una vida entera si El Show de Truman no será un poco de humor negro puesto en nuestro camino, como una provocativa señal de que nuestros operarios son más listos que nosotros. Siempre cabe la posibilidad de que la vida no dure lo suficiente para planteárnoslo, pero hoy no hablaremos de muertes infantiles.

Mi excusa ha sido entrar en Facebook. Llevaba un año respetando las normas que creé para alejarme de La Red de la existencia. He leído y respondido cada uno de los mensajes que llevaban pudriéndose hasta un año y otros que, fosilizados, me recuerdan otras épocas.

¿Con qué lo fliparía un resucitado?

Quizás lo que más me ha llamado la atención es que si alguna vez me he imaginado qué pasará después de mi muerte, esto ha sido un experimento bastante interesante; el mundo gira, la gente te recuerda en tus aniversarios, normalmente porque la propia Facebook tiene una conciencia de la espiritualidad bastante acentuada, para parecer más humana, lo que he hecho hasta ahora no ha tenido repercusión tangible y reflexionada en nada de lo que día a día se vuelca en Facebook y que, cuando no existes, como un fantasma, cualquier interacción que tengas con los «existentes» se considera paranormal, poltergeist o extrasensorial como lo llaman algunos aficionados.

Otra cosa que me ha llamado bastante la atención es el inmovilismo de los «existentes». He dado rienda suelta a la ruleta del ratón prestando atención a las tendencias de mis viejos amigos y he podido observar que si acabase de despertar de un coma de 365 días, podría pillar el ritmo con bastante facilidad porque todos hacen exactamente lo mismo; girar en torno a la actualidad con posts a favor o en contra de cosas, memes a tutiplén, fotos de viajes y chorradas reflexionistas vacías de más intención que seguir existiendo, y que mis pequeños amigos existentes basan su importancia en el hecho de que no son señores bajitos, gorditos y con bigote. Si cualquiera de los mensajes o fotos que aparecen fueran de señores bajitos, gorditos y con bigote considero que la mitad de las interacciones desaparecerían, pero es un experimento que difícilmente podré realizar y que, además, el simple hecho de mencionar me convierte en un hater…que es el otro tipo de «existente», al que yo siempre quise pertenecer de la manera más obvia; renegando de mi pertenencia.

¿Cómo es morirse?

Por supuesto he hecho una parada casi obligada por los perfiles de aquellas personas que consideré, en su momento, autoestopistas conmigo por la larga carretera de la vida en comunidad. Por supuesto he podido darme cuenta de que la nostalgia es petrificante y, a su vez, bastante desafiante. A puntito he estado de volver a meter caña por todos lados y llamar la atención como podría, y seguramente haga, con esta entrada que, de hecho, va a Facebook, entre otras redes. Y digo esto riéndome absurdamente sobre un teclado prestado. Pero no, espero que esta entrada pruebe que sigo sin entrar al trapo. Por si acaso, y antes de que se me tache en el imaginario social como «llorapatatas» (Definición de llorapatatas: Dícese de aquella persona que llora por un propósito social. Espera de su sufrimiento público una respuesta comunitaria, como que le den una patata), esta entrada, como tantas otras, sale a flote por meros propósitos de darle vida al blog. En este año se han creado diez veces más entradas, la mayoría están mandadas por carta a gente que considero especial a día de hoy, que lo mismo mañana las mando a tomar por culo, pero hasta hoy han conseguido hacerme creer que merecía la pena gastar tinta y caligrafía de prescolar en ir saturando la red de Correos.

Siento que vivir fuera de Facebook es como morir en la tangibilidad. Mi existencia se basa en que gente aún cree que existo, casi como el ratoncito Pérez o tres famosos barbudos que van dando mirra a recién nacidos con superpoderes. Y, como en el caso de estos personajes, alguien tiene que mantener la mentira de su existencia. Para ellos serían los padres y para mí sería yo mismo y que la gente cuente mis nuevas y más excitantes batallitas.

Por mi parte, y dado que no hay muchas publicaciones sobre el tema, en mi periodo como «no existente» no he hecho nada que no hubiese hecho en mi periodo como «existente», con la diferencia de que ahora el tiempo lo pierdo en otras cosas y no en Facebook.

¿Facebook nos une o nos separa?

Este es un debate que requiere abstracción, escepticismo y, además, definir qué es unir y qué es separar porque, dependerá de sus significados que podamos hablar de una u otra.

En mi caso voy a basar unión en la posibilidad de ser recordado y, por tanto, existir en la memoria de la gente y separar en la posibilidad de ser olvidado y, por tanto, no existir en la memoria de los «existentes».

Facebook es contradictorio, porque a la vez que te haces brillante, durante el tiempo que duran tus publicaciones en el aire que corretea desde la ventana del portátil a la cara del lector, otras muchas cosas se vuelven brillantes y este exceso de luz que bien recuerda a clubes de alterne de carretera, juega por una parte a favor del recuerdo y por otra en contra, lo que contribuye a una actualización continua del perfil con la única y sana obsesión de repercutir y no ser olvidado. Trascender en términos concisos.

¿Qué te diría un muerto si pudiese?

Esta es, quizás, la más fácil. Yo creo que te diría exactamente lo que dicen la mayoría de los vivos que, para mí, alcanzan el zenit de la conciencia, que son bastantes. Este zenit no quiere decir que actúen de acuerdo a lo que creen; el número de personas que son coherentes con esta conciencia sí es muy reducido.

Vive. Vive más allá de las cámaras, los flashes, los me gustas y los comentarios. Vive más allá de la existencia pública y disfruta tu vida como si sólo tuvieses una. Habla con quien quieras cuando quieras. Sonríe cuando puedas y llora cuando lo necesites (referencia obligada al Chojin). Pasea, medita, haz ejercicio moderado, come comida rica y sana, disfruta del sexo y de su falta y del agua.

Que todo esto no quiere decir que si un muerto resucitase seguiría sus propios consejos, pero ahí lo suelta.

Le rack finale

Creo que la existencia no existe. Lo que sí existe es la consciencia. Al final da igual si existimos o no, lo que importa es que nos lo pasemos bien y no jodamos la marrana.

(Adelanto) – Plan Nº 24.- Voy a asumir que la he cagado

Estaban Fleming y su placa de Petri cuando, de repente, “¡Pum!se convirtió en Chocapic el estafilococo áureo sufrió el ataque de la Penicilina, descubriéndose el antibiótico por excelencia gracias a una cagada monumental.

El chiquillo era dado a tenerlo todo desordenado y en la placa donde tenía el cultivo bacteriano crecieron hongos que se cargaron a sus bichitos. Lo normal es tirarlo todo y volver a empezar, es decir, asumir que la has cagado y continuar adelante sin pararse a pensar mucho. Lo genial sería asumir que la has cagado y decidirse a recoger un poco el cuarto antes de tener una placa a la intemperie, Pero la jugada maestra fue la de nuestro amigo Fleming: asumir que la has cagado, ver las repercusiones de tu cagada, analizar cómo has llegado a cagarla y no permitirte a ti mismo hacerlo más… y si de paso descubres que tu cagada salva vidas… ¡pues hasta arriba de mierda, compañero/a!

Como habrás podido observar, voy a repetirte millones de veces que hay que “asumir que la has cagado” porque es el primer paso, pero antes de que empieces a creer que tu vida es un desastre quiero que sepas que “cagarla” es natural y parte del proceso de aprendizaje. En realidad, más que cagarla, que tiene connotaciones negativas, lo que has hecho ha sido aprender una manera de no hacer las cosas, a lo Edison (“No fracasé 999 veces; descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”).

-ADVERTENCIA DE SEGUNDA PARTE-

Vale, ya la has cagado y entiendo tu insana y honrada intención de arreglarlo, pero como dijo Rafiki, “el pasado puede doler, pero tal y como yo lo veo, puedes huir de él o aprender”.

Intentar arreglarlo a lo loco es casi una respuesta natural favorecida por la adrenalina que produce pensar “la he cagado”, pero si nadie va a morir si paras de intentar arreglarlo, sería interesante parar un segundo y aprender antes de…ya sabes, cagarla más. Para todo lo que no sea gente muriendo, de verdad, aprende, tómate tu tiempo, céntrate en lo que quieres conseguir y asume que la has cagado tomando el camino que has tomado. Puedes tomar otro sin más (tirarlo todo y volver a empezar), tomar otro camino apreciando los errores de antes y teniéndolos en cuenta (recoger el cuarto) o estudiar qué ha fallado y aplicar tu aprendizaje al nuevo camino (Fleming way, Motherf****r).

Y oye, como posdata: Coger otro camino no es empezar de cero, es dar un paso atrás hasta la última vez que pensaste o supiste que ibas bien y empezar a andar en otra dirección, o quizá en la misma, pero aprendiendo a saltar o a agacharte… espero que hayas pillado la analogía de obstáculos por abajo o arriba, respectivamente. En algunos casos, por supuesto, tendrás que “asumir que la has cagado” desde el principio, pero sólo mejorando tu habilidad para reconocer cagadas podrás comprender que la has cagado tan profundamente. En caso contrario, seguirás pensando que eres la caña.

Mátame

Mátame porque si me dejas vivo voy a meterle una dentellada tan fuerte a esta vida que su misma esencia se quedará en mis colmillos y todos mis besos van a saber a vibración.

Mátame porque tengo el código de activación de los misiles de una voluntad tan fuerte que podrían reventar los ladrillos mismos de la realidad.

Mátame porque mis músculos están oxidados de esperar al siguiente segundo para empezar a correr y frenarme a los kilómetros habiendo desgastado el camino del éxito de recorrerlo sin parar, de dejar mis huellas en cada peldaño a la misma felicidad y traerte un pedazo para que veas cómo se ve la luna desde la cima.

Mátame porque como me dejes vivo juro que vas a llorar de emociones que ni conoces y vas a reír tan fuerte que me maldecirás en tu falta de oxígeno.

Mátame con todo tu empeño porque como no te entregues al 100% vas a fallar.

Mátame con diamante porque no atravesarás la carne de este sueño con algo menos duro.

Mátame sin pensar porque pienso hacer que pienses como yo.

Mátame antes de que toque el mar o cambiaré la marea.

Mátame, mátame, mátame.

Mírame a los ojos y mátame si aprecias la comodidad de tu vida y su aburrida sintonía. Despídete de todo lo que pretendes conseguir y mátame.

 

 

Ahora bien, bésame si me dejas vivo. Bésame al 100%. Sedúceme. Cómeme. Aliéntame. Aliméntame. Haz que me vuelva loco. Mira a las montañas invertirse a mi paso. Mira al cielo abrirse entre las nubes, mira la luna orquestando a las estrellas, mira al sol saliendo por el oeste, siente la brisa en tus pómulos, siente el tacto de mil mensajes por tu piel, saborea la menta de mis palabras, saborea la falta de aire, huele el sudor de estos pasos, oye el silbido del aire al correr a esta velocidad, oye al destino dándole a tu presente el lugar que le corresponde…entiende que acabas de abrazar todo lo que querías ser y duele cada paso, pero cuando tus pies sangren y me mires, con ganas de matarme, sin energías ya para hacerlo, recuerda que no hacerlo te ha dolido más todo este tiempo que este montón de pasos que, por supuesto, te van a dejar sin aire. Y cuando abras los ojos y sonrías al ver dónde estás, recuerda el día que casi me matas porque te dolía andar.

La herradura de mi caballo de mar.

Prólogo

Mi nombre es Miguel y tengo 5 años.

Mi casa está en una esquina del mundo tal y como lo conozco y el número de la puerta es infinito + 1 A. El ascensor se estropeó mucho antes de yo nacer, por lo que tengo que bajar y subir las escaleras cada vez que salgo de mi casa. No os preocupéis por mí, lo llevo bien, el único problema es que mis amigos nunca han subido a casa porque en este lado perro en el que vivo siempre merece más la pena quedarse en el suelo para no tener que volver a mitad del camino para acudir a la llamada de la madre de alguno, al menos, esa fue la razón por la que dejé de intentarlo con Isabel, la última de mis amigos a la que intenté convencer antes de convencerme a mí de que nunca lo harían.

En orden de dejar de intentarlos convencer tengo a Juan como primer debate intenso. Juan tiene una silla de ruedas y la usa sólo fuera de su casa porque dentro se cura. A la par, tiene un leve trastorno de identidad disociativo, es decir, a veces, Juan, tiende a pensar que es un conductor de carreras fórmula 1 y atropella a alguno de nuestros amigos comunes, pero también se cura llegando a casa.

Pablo fue el segundo en dejarme claro que no subiría. Siempre lleva una gorra porque sus padres tienen miedo a que le caiga un meteorito o un rayo en la cabeza y le despeinen, aunque nunca he visto su peinado.

Raúl tiene miedo a dejar de ver el cielo porque siente que se lo come la tierra, así que entra a clase por la ventana. El problema es que mi casa no tiene ventanas y no fui capaz de engañarlo con dibujos del cielo por toda la pared.

Laura fue la cuarta en negarse, su razón es que tiene mucho miedo a perder la estabilidad, por lo que intenta no avanzar ni retroceder, sólo moverse por los mismos lugares una y otra vez…y, evidentemente, nunca ha pasado por mi casa.

Paula es incapaz de ver el mundo como algo bonito, a diferencia del resto. Opina que separarse de lo racional es una burda pantomima…de hecho, tiene miedo a imaginar o soñar, así como a cualquier cosa que pueda parecerlo. Nunca se eleva mucho por el nivel del suelo no sea que se le despeguen los pies de la Tierra. Intenté convencerla de que mi casa tenía escaleras y no tendría que dejar de pisar el suelo, pero Juan le especificó que mi casa da a las nubes y dejó de hablarme una temporada.

Isabel es otra chica normal, pero ni siquiera sale con nosotros. Es cajera de la tienda a la que voy a comprar golosinas y palomitas. Me cae muy bien porque siempre suspira cuando se va el sol y tiene que cerrar la tienda. Como huele bien, el suspiro mueve su olor y me llega, así que, siempre que puedo, estoy en la puerta de la tienda cuando se va el sol.

Más allá de lo extraordinario de que nunca haya conseguido traer un amigo a casa, soy una persona bastante normal. Si escribo esta historia es por un trabajo de clase en el que se me pide contar lo más alucinante que haya pasado en mi vida, pero a falta de repuntes, me dispongo a contarla tal y como es, porque a mí me gusta vivir, de otro modo, ya habría dejado de hacerlo, como mi abuelo, que se aburrió y se fue. Yo podría hacer lo mismo y, si no lo he hecho, puede que no esté valorando bien lo que pasa cada día.

El mundo de Miguel no es tan simple como te lo imaginas. Es un lugar cercano a la mayoría de los que quieran leer su historia, pero lejano a los que le tengan desprecio. Sus particularidades se rigen por su entorno; las personas no tienen una cara definida, la van cambiando según las valoraciones que haga el resto sobre ellos y cuánto sea capaz de afectarles, por lo que las personas más guapas suelen escapar del país y recluirse. Este grupo, aparentemente homogéneo, está formado por los más honestos y deshonestos, pues sólo ellos son inmunes a las críticas de la sociedad o sólo ellos son valorados positivamente. Estos últimos, los deshonestos, empezaron a decrecer en número porque la sociedad los localizaba rápido y encontraron su paraíso entre los honestos, que, aun localizándolos, seguían admitiéndolos. Ahora pretenden hacerse con el control de su pueblo, los malos de los que hablo, pero van perdiendo porque siempre se ponen la zancadilla unos a otros. Los famosos son los que tienen las caras más neutrales o más atractivas, según el tipo de fama que poseen, así, los neutrales son los cómicos, que pese a lo mucho que se odian no terminan de recibir halagos que les hacen dudar y los atractivos simplemente son las personas que fueron capaces de actuar.

            Otro dato interesante sobre este mundo es que no hay espejos, por lo que nadie puede ser realmente objetivo consigo mismo. Nadie hace caso a los niños por su visión demasiado subjetiva de la realidad y sus intentos de hacer creer a todo el mundo que son animales con caras divertidas para vivir en carnaval.

            Como podrás comprobar con este apunte, Miguel no es suficiente para contar su historia porque mide muy poco para verse desde las estrellas, por lo que yo contaré todo aquello que es incapaz de comprender o que, por vivir en su mundo, es incapaz de verlo interesante para ti.